Conversamos con el escritor Enrique Butti

Por estos días sale a rodar un nuevo libro del escritor y periodista cultural santafesino Enrique Butti: Cuentos con y sin pintores editado en la Colección Nordeste de la editorial Palabrava.

La editorial Palabrava ha incorporado una nueva colección a las ya existentes: Rosa de los Vientos, La punta del iceberg y Anamnesis. Se trata de Nordeste, colección pensada justamente para la publicación de escritoras y escritores de esa región argentina que comprende Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones y a la que han incluido también Santa Fe y Entre Ríos.

La Colección Nordeste presenta una estética distinta a la que nos tenía acostumbrados Palabrava y sorprende por su excelente calidad y esmerados detalles de edición. Cuentos con y sin pintores es uno de esos libros que da gusto tener en nuestra biblioteca personal y por qué no regalarlo a nuestros familiares y amigos para las fiestas.

– ¡Felicidades Enrique por tu nuevo libro! Sobre el filo de fin de año nos topamos con la aparición de Cuentos con y sin pintores, contanos ¿qué se encontrarán los lectores al leer tus cuentos?

Gracias, las historias saltan de acá para allá. Porque así son los libros de cuentos que me gustan, los que nos obligan a dar saltos mortales de un relato a otro, de un mundo a otro. A juzgar por la tradición, de Las 1001 noches y Boccaccio a Rulfo y Borges, ése sería el específico ontológico más afortunado de un volumen de relatos, donde un drama siga a una comedia, lo fantástico al realismo más verosímil…

– El título del libro es tan específico que hasta resulta enigmático. ¿Por qué “con y sin pintores”?

Claro porque hay cinco cuentos con pintores y cinco sin. De la decadencia actual siento que la más hilarante y patética es la que corroe a las artes plásticas. Algo de eso, aunque no aparezca explícitamente, debe estar en el mundo inspirador de estos cuentos “con pintores”, en los cuales con humor o espanto cunde el escándalo, en el sentido evangélico de que quien escandalizare a un inocente más valiera que se atara una pesada piedra al cuello y se tirara al río. En estos cuentos hay un pintor que no puede proyectar ninguna creación sin que la realidad se anticipe presentándosela hecha y derecha; hay un pintor ciego que toquetea a una modelo para pintarse la pasión; hay unas pinturas revolucionarias que recuperan las telas rasgadas o quemadas o asesinadas por la inquisición conceptual; hay unas pinturas de morondanga entronizadas en el templo arquetípico del arte, cosas así…

– ¿Y los “sin pintores”?

Y esos también saltan de aquí para allá. En algún momento Proust dice que si viajásemos a Venus o a Marte conservando los mismos sentidos percibiríamos todo con los mismos atributos de la Tierra, y deduce que el único viaje verdadero (y el único baño en la fuente de la Eterna Juventud) no sería recurrir a nuevos paisajes sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de cien otros, ver los cien universos que cada uno de ellos ve. Y concluye diciendo que esto es posible gracias a los artistas, que nos permiten volar de estrella en estrella. Saltar de estrella en estrella en un solo volumen es la gran posibilidad que puede ambicionar un conjunto apretado de cuentos. Todo lo contrario al actual prestigio académico, en rara coincidencia con las pautas editoriales más mercenarias, que cinchan los cuentos de un libro (y hasta todos los libros de un autor) a un mismo registro que no escape de una firme firma estilística, o de un género, o de lo que fuera. Como si a pesar de todos sus parámetros (y tics) el estilo no se impusiera al escritor como una fatalidad, una fatalidad de la que uno en verdad quisiera (debiera querer) escapar. Le toca ahora a los lectores recorrer sus páginas y prestarse al juego de saltar de aquí para allá con los relatos.

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