Buenavista: un mundo descompaginado

Por Irma Verolín

Comentario sobre Buenavista capital del sexo, de José Gabriel Ceballos, Colección Rosa de los vientos, Palabrava, Santa Fe, Argentina, 2021.

Es posible reconocer en la obra de José Gabriel Ceballos varias líneas de escritura, sin duda los relatos que se circunscriben al espacio imaginario de Buenavista tienen características que los diferencian del resto. Una de estas características es el humor que, como recurso discursivo, cumple múltiples funciones, pero quizá en estos textos el humor se hace presente para acentuar la complicidad el lector y un narrador, cuya voz suele ser una voz plural. En muchas ocasiones, al dejarnos llevar por las sabrosas peripecias y el buen manejo del lenguaje, mientras desfilan personajes peculiares nos preguntamos: ¿Quién narra aquí? Pregunta que surge especialmente en el libro Buenavista capital del sexo. Estamos frente a un narrador que recoge una voz colectiva, un narrador que tiende a la pesquisa rastreando los hechos como un baqueano el camino, auscultando y paladeando cada suceso. Ceballos ha sabido sostener a lo largo del tiempo la construcción de este universo prototípico sin que decaiga el interés del lector, sin perder su capacidad de producir sorpresa ni degradar su alta calidad literaria. Y lo ha hecho con soltura, con la eficiencia de un escritor que conoce y hasta trasciende su oficio, sin embargo cabe preguntarnos qué diferencia existe entre esta nueva entrega de la saga y las restantes.

No nos equivocamos si decimos que es el lugar del narrador que se ha ido acercando y alejando de situaciones y personajes. El movimiento de cobrar distancia o aproximarse se vuelve más intenso aquí y es lo que le permite sopesar, medir, especular. Por otra parte todo ocurre en Buenavista, pasan muchas cosas en este pueblo y si algo no se escatima es en la abundancia de acontecimientos. Entroncados en el espíritu del relato popular de tradición oral, estos cuentos muestran una visión que tiende al descalabro. Se descalabran las formas de urbanidad, las expectativas personales y grupales, la apariencia física de la gente, el cumplimiento de las normas sociales, la compostura edilicia de sus casas, en Buenavista el mundo se descompagina para dejar de ser de algún modo el mundo conocido. Todo se desborda en estos cuentos que, sosteniendo una tensión proverbial entre lo ridículo y lo trágico, tienen la hilaridad de la comedia y el desenlace de la tragedia. No cabe duda de que en Buenavista puede ocurrir lo inesperado, con ese doblez típico que ha hecho de la tendencia hacia lo ridículo un recurso formidable y eficaz, la gama de posibilidades es tan amplia que supera lo disparatado e incluso lo extravagante, ¿Y qué ocurre en la llamada capital del sexo? Nada menos ni nada más que una pandemia, pareciera que la realidad estiró sus tentáculos para igualar con su tono lo ya impuesto en anteriores relatos de Buenavista, de este modo lo ampuloso alcanza sus ribetes tragicómicos con la acostumbrada soltura que distingue la prosa de Ceballos cuando se circunscribe al pueblo de Buenavista. Si el libro comienza con una pandemia y sus efectos, lo que sobreviene después no está lejos de esa altísima medida. De una manera acertadísima, la ensayista y escritora Carolina Repetto destacó en este libro el uso de la hipérbole como rasgo distintivo. En un paneo constante de prototipos sociales, desfilan los personajes: un músico paralítico, una viuda codiciada, variados visitantes que acuden al festival cultural sexual cuya sede es Buenavista, un hombre que busca argumento para escribir, doña Lili, operadora de la empresa telefónica estatal, una princesita santificada, un bailarín en Carnaval, el destronamiento de una santo patrono del pueblo, un ex diputado minado por la enfermedad, un trabajador del campo con un sombrero lleno de florcitas, un abuelo que viajó con Enrico Caruso, un poeta oficial, posibles encuentros eróticos con mujer muerta o una muerta reaparecida. Todos ellos pertenecen a un tiempo impreciso que no podría identificarse completamente como el actual, no abundan teléfonos celulares ni canales de televisión por cable o modernidades de ese estilo, como si Buenavista hubiese quedado encapsulada en una década en la que el transcurso de los años se detuvo. Un tiempo sin digitalizaciones, en el que la vida de la comunidad le pertenece a cada uno como una reliquia que se resiste al cambio e intenta perdurar. Buenavista es ese sitio donde el esplendor no tarda en convertirse en deterioro, es también, una mirada sobre la vida colectiva en muchos pueblos latinoamericanos, con su universo, toques de ternura y alto nivel narrativo, se despliega exuberantemente la diversidad humana manifestando su pequeñez, su miseria y su anhelo de trascendencia.

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