Conversamos con el escritor Leva Cosanovich

El mes pasado se dieron a conocer los ganadores del concurso de Cuentos María Esther Vázquez 2021 de la Fundación Victoria Ocampo. El Primer Premio le fue otorgado al libro de cuentos: Conversaciones pendientes de Leva Cosanovich. Además del reconocimiento, la Fundación Victoria Ocampo editó el libro bajo su sello editorial y ya comienza a circular por las librerías.

Leva Cosanovich nació en la provincia de Chaco y reside desde el año 2001 en Buenos Aires. Nos contactamos con él para que nos cuente sobre su experiencia y la publicación del libro ganador.

– ¡Felicitaciones! Contanos ¿cómo fue que te acercaste a participar en el concurso que organizó la Fundación Victoria Ocampo?

Gracias, bueno yo ya había salido finalista en las dos últimas ediciones de los premios de la Fundación: 2014 un poemario llamado A solo un lunar del cielo, habiendo ganado ese año mi amiga la poeta y escritora Irma Verolín. En el 2015 me pasó lo mismo pero en categoría Cuentos. En todo este tiempo me reprochaba por no haber seguido participando pero luego me enteré que esos años fueron, justamente los últimos en que se realizó el certamen.

Me muevo más cómodo entre cuentos y poesías (1° Premio Poesía Bioy Casares 2012), no así en la literatura de largo aliento, tal vez por descreer de los géneros o por mi manera caótica de trabajar, sin preconceptos y muchas veces sin hilo conductor. Con esto ya te estoy contando un poco de qué va la cosa en Conversaciones pendientes…

– Te referís al libro ganador, entonces ¿con qué se encontrarán los lectores cuando lo tengan en sus manos?

Sí claro, es un libro que pretende no ser autorreferencial a priori, pero luego me he dado cuenta que he dejado mi adn por todos lados. Igual, considero que encubierto o no, es imposible que no se escape nuestro yo en nuestros textos, ya que usamos algunos recursos más aparte de los intelectuales. Algunos no son cuentos de acuerdo con las consignas clásicas del cuento, pero siempre hay historias como en dos planos en las que me preocupo mucho, más en que esté pasando algo,de manera argumental, arquitectónica, que esas situaciones nos lleven a un instante, un punto, un sentimiento a la manera de los buenos poemas, por eso advertía al principio en la espinosa diferenciación de los géneros, por lo menos los que uso. En chiste suelo decir que mis poemas son prosaicos y con palabras de escaso prestigio poético y en ellos siempre pasa algo; igualmente mis cuentos son poéticos y algunos sin argumentos memorables. Pero al igual que en la poesía trato de conmover, aunque este conmover no me lo proponga al sentarme a escribir. Digamos que es como un valor que intento que el texto lleve en sí. Si me conmueve, confío en que pueda hacerlo con alguien más.

– Bien, rescato que los cuentos conmueven o, al menos, que ese es un punto importante para vos como escritor.

Sí exacto, de todos modos mi obsesión no es esa sino escribir bien. Mis procesos de corrección son mucho más arduos que los de la primera escritura, temo exponerme ante mis pares y cometer errores gramaticales tontos ya que mi formación pasó por las lecturas sin haber hecho estudios formales al respecto, y eso no deja de ser un déficit.

– Sabés que el título de tu libro me gusta mucho porque la palabra conversación no se usa tanto y sin embargo es tan importante!

El libro toma el nombre de un cuento llamado “Una conversación pendiente”, que a mí personalmente me conmovía al punto de no poder trabajar sobre él, por lo que no tuve que pensar demasiado en el título general del libro, lo tomé como un premio, una licencia que podía darme.

– Contanos más de algunos otros cuentos…

En el libro mi idea siempre fue jugar un poco con los límites. Por ejemplo “Ocho pasos adelante” dudé en incluirlo porque es confuso, loco, volado y probablemente eso hubiera hecho que el lector lo dejara por la mitad, pero eso justamente es lo que lo hacía original y cuando quería sentirme raro, dudoso, orgulloso, cualquier adjetivo, volvía a leerlo, algo que no haré más desde que ya está en un libro. No suelo volver a leer nada. Los cinco primeros cuentos los ubiqué adrede en ese lugar ya que los trabajé mucho y me pareció que el resultado daba como para empezar por ellos y concitar la atención del lector. Estoy muy satisfecho al respecto. “18 de Julio” es un cuento muy ponderado por el jurado, tiene que ver con las secuelas de la guerra. No me gusta volver sobre él ya que por cuestiones generacionalmente, tal vez, siempre termina afectándome. Como si lo hubiera escrito otro y yo no conociera su argumento. “Mi equivocada teoría sobre la belleza” tiene la pretensión de ejercitar otro músculo que el conocido y extender mis límites. El tema se prestaba para la segunda persona, algo que a priori no es fácil por lo que trabajé bastante sobre él. “Un servicio considerable”, es algo parecido pero no ya en la estructura sino en la temática. Parte de un aviso en internet en el que se arriendan nonas, incluso el servicio se lo puede pagar con tarjeta de crédito. Hasta ahí, a grandes rasgos lo que pienso de algunos cuentos, pero me pasa que en los comentarios de lectores, a éstos, les llama la atención otros. Eso demuestra que el que elige no es el autor sino el lector; y su consecuencia: creemos escribir por y para nosotros mismos pero los textos como los hijos a la larga no nos reconocen y hacen lo que quieren. Espero que Conversaciones pendientes encuentre a sus lectores y disfruten juntos de esa nueva aventura.

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