Conversamos con la escritora Liliana Allami

Los que están solos es el título del nuevo libro de cuentos de la escritora Liliana Allami publicado por la Colección Ojo Lector de Moglia ediciones.

Sus historias sumergen al lector en escenarios casi siempre cotidianos y reconocibles que presentan un fuerte hilo conductor: la soledad.

Conversamos con la escritora Liliana Allami sobre su novedad literaria y esos pequeños detalles que hacen al oficio de escribir. Ella es oriunda de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, donde reside actualmente.

Liliana, acaba de aparecer Los que están solos tu nuevo libro de cuentos, dentro del género narrativo creo que los cuentos son tus favoritos, ¿no?

Bueno sí, tengo una novela publicada pero todos mis otros libros son de cuentos. Las historias imponen su manera y una es la intermediaria. Confieso que me encantó escribir la novela porque me encontré frente a una manera de escribir más libre, personajes que se iban enlazando, tramas que iban creciendo en distintas direcciones. Dos cosas me entusiasmaron: La primera, la posibilidad de empezar por aquí o por allá; de seguir al personaje tal o cual; de poder entrar en esa trama sin duda más abierta por distintas escenas que iban teniendo lugar según las diferentes ramas. El cuento exige una tensión distinta; la brevedad, la síntesis; no admite las dilaciones que sí permite la novela. La segunda cosa que aprecié, y mucho, es que la novela no se agota pronto, tiene un tiempo y una respiración diferente en la escritura: dura más, tengo entre mis manos tema y trabajo para rato, puedo escribir hoy, mañana, pasado sobre la historia que en ese momento me convoca. En el cuento, la convivencia con los personajes y con la historia que se está narrando, si bien es muy estrecha, es de aliento más corto, más de paso: lenguaje que se tensa desde el principio con la intención de llegar al desenlace. ¿Y entonces cuando se termina qué? Un panorama vacío ante mis ojos.

Claro esa sensación de vacío al finalizar una obra es fuerte para el escritor…

Sí, mis días cobran más sentido cuando tengo una historia entre las manos. Necesito que algo que se me imponga para ser contado, que se anuncie en mi cuerpo para que, de una vez por todas, desde allí, pueda soltarlo. Así como los conejitos se anuncian haciéndole cosquillas en la garganta del personaje del cuento de Cortázar –ella, entonces, se da cuenta de que vienen aunque desconoce cómo serán, el color, el tamaño– así en mi cuerpo se anuncian las historias. Algo quiere ser dicho, mi mano va desenredando el pensamiento confuso, enmarañado, lo vuelca en la página, va buscando el camino, va encontrando el sentido. Así un cuento y después otro y después otro, de esa manera voy armando el libro.

Me imagino que cada cuento se te va presentando de forma diferente, con su vida propia por más que tengan un cierto tema conductor.

Sí cada historia tiene un mundo propio, un tema, un ritmo, nunca son pensadas como un todo, me voy dejando asombrar por lo que llega; una tras otra, sí, durante un período de tiempo que nunca es demasiado corto –escribo lento, qué se le va a hacer; no soy de las que llenan páginas por hora–. Pero resulta que, en ese período, debe haber en mí una especie de obsesión o de preocupación surcando mis pensamientos ya que, cuando vuelvo a ver esos cuentos, todos ellos parecen enhebrados por un denominador común, una temática los une, los acerca. Esto me ha pasado con cada libro de cuentos y es algo que me asombra y me seguirá asombrando: mi escritura habla por mí; dice de mí más de lo que yo puedo decir acerca de mí misma.

¿Y cómo fue ese proceso en tu nuevo libro?

En Los que están solos, el común denominador que parece atravesar los cuentos es la espesura que suele presentar la soledad. Situaciones que dejarán, de repente, a estos personajes enfrentados a una íntima desazón, se encuentren o no acompañados. Mi prosa es intimista. Se me impone ahondar en el mundo femenino, en sus incertidumbres, en sus pasiones, en sus debilidades, en sus vínculos. Son ellas, las mujeres, en gran parte mis protagonistas y entonces por supuesto están los padres, los maridos, los hijos, los amantes, también protagonistas esenciales. Mis temas rondan los conflictos amorosos, familiares, la soledad que atrapa y que se quiere soslayar, la falta de complicidad con los espejos frente al efecto del tiempo que asoma amenazante.

Por suerte, en algún momento, apareció en mi literatura algo que al principio no estaba y que me posibilitó enfrentar aquello que no sé si hubiera podido enfrentar a cara descubierta: la ironía, el humor a veces descarnado, algo que Marc Slonim describe como “la risa visible y la lágrima invisible”. No esperen encontrar en este libro relatos rimbombantes, ni aventuras insólitas ni heroicas. Son temas cotidianos, historias mínimas donde apunta mi ojo, fragmentos de la realidad que he recortado; pero lo que deseo, lo que realmente espero, es que ese recorte abra de par en par una puerta para el lector hacia una realidad más amplia.

Los invitamos a leer el libro de cuentos Los que están solos y dejarse llevar por sus relatos apasionantes. Muy recomendado!

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