Alina Diaconú presentó su nuevo libro Estrellas Voladoras

El pasado jueves 1° de septiembre tuvimos la alegría de asistir a  la presentación del nuevo libro Estrellas Voladoras de la escritora, poeta y ensayista Alina Diaconú que se realizó en la bella sala de la biblioteca de la Alianza Francesa de Buenos Aires.

La mesa estuvo conformada por presentadores de lujo: María Kodama, Adriana Muscillo (oradora y moderadora), Alejando Lanús y Marcelo Gioffré. Para finalizar, Francisco Pesqueira, quien es actor, cantante, bailarín, director, poeta, todo un artista cabal, leyó algunos aforismos del libro y cantó una selección de canciones de Facundo Cabral y María Elena Walsh. Dando un cierre emotivo al encuentro.

A continuación compartimos las palabras del escritor y poeta Alejandro Lanús en la presentación del libro Estrellas Voladoras:

“Siento en sus textos una palpitación secreta que me intriga enormemente.” Esas palabras son de Emil Cioran respecto de los textos de Diaconú. Cioran es uno los escritores de aforismos más agudos de la historia, tanto Alina como Emil son escritores rumanos.

“Durante largo tiempo vivimos como enigmas todos tenemos dentro nuestro plantaciones y jardines desconocidos; somos volcanes en actividad que tendrán su hora de erupción; nadie sabe cuándo será ese momento, Dios mismo lo ignora.”

Me sirvo de estas imágenes de Nietzsche para narrar la primera impresión que tuve al leer los aforismos de Alina, por la variedad de temas que se tocan, fue como si ciento veinte años después estuviera leyendo una continuación de los diarios de Jules Renard, sin embargo, hay un motor que los impulsa: el confinamiento. Al recluir involuntariamente a las personas brota lo que cada uno tiene dentro. Naturalmente, a una escritora, el estado de asilamiento, le acentúa la necesidad de expresar.

En Estrellas Voladoras hay un dolor personal con olor a otredad, se pulsa una catarsis discursiva que subyace del contacto con la finitud: la conciencia, casi permanente, de saber que en cualquier momento desaparecemos. “Se me están borrando las huellas digitales, ¿qué querrá decir?”, escribe Alina. El anteúltimo aforismo de la página 38 parece gemir: “Hay un dolor en mí: a veces me parece que todo el sufrimiento de la Humanidad está en él.” Ese encierro inesperado, compulsivo, nos arrastró a ese lugar, a esa congoja casi física, a ese rincón oscuro, a ese sin sentido crónico: “Confinamiento forzoso. Presión y depresión”, dice Alina. Los sueños se escurren, las ideas se escapan, se pierden amigos, se respira el desierto, se cierran nuestros lugares, esos refugios revoltosos que nos amparaban, pareciera que nos vamos deshojando, pero no vemos las hojas. Alina se cuestiona: “¿Nos terminaremos matando unos a otros, sin más?” A la vez afirma: “Todas las diferencias humanas terminan en guerras.” Escuchen este aullido por favor: “Después de Auschwitz, las supuestas vacunas contra la peste.” Hay más: “Todo empieza siendo ilusión… y termina siendo decepción.”

Estrellas pulsando, imágenes aciagas, “Relámpagos” que bajan de una buhardilla del barrio latino en Paris, donde los nihilistas toman nota, donde los escépticos se agolpan en escaleras a ver si quedó un papel con tinta de Rumania. A Diaconú le brotaran dagas, ella lo sabe; no las esconde, las afila, perfumes de una época somnolienta, de un aterrador confinamiento mundial, Alina reconoce a gritos: “Aunque esté bien, estoy mal.” Sin dudas, aquí, cada palabra, se parió selectivamente: “No nos conozcamos, sigamos idealizando.” Tiempos de pantallas, de aire enrarecido, nos divisamos a tientas, pareciera no existir la segunda persona del plural, nos advertimos esfumándonos, casi diluidos “Darse cuenta, casi siempre ocurre demasiado tarde.” A Porchia le hubiera gustado escribir este aforismo. Página 64 de un libro catártico: “La depresión es una distorsión en la lógica.”

Recordemos uno de los aforismos de Ciorán: “Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas incluso. Un libro debe ser un peligro.” Emil tituló a uno de sus libros En las cimas de la desesperación. Si no fuera por la soltura de Alina y por la falta de redundancia en sus temas, que responden a una necesidad anímica y no a una temática en particular, este libro que nos convoca, podría estar vinculado tranquilamente al del máximo creador de aforismos que dio Rumania. Ahora que leo la palabra Rumania, fonéticamente me lleva a la palabra que utilizó Nietzsche para referirse a este punzante género literario: Rumiar. En Más allá del bien y del mal, Friedrich Nietzsche describió su relación con los aforismos y la cualidad que ha de tener el lector para asimilarlos. Este filósofo apátrida, que renunció a la ciudadanía alemana, decía que hay un arte en la interpretación de los aforismos, mejor leamos lo que dijo Nietzsche:

“La forma aforística de mis escritos ofrece una cierta dificultad; pero procede de que hoy no se toma esta forma en serio. Un aforismo cuya forja y cuño son lo que deben ser no está aún descifrado porque se le haya leído; muy lejos de eso, pues la ‘interpretación’ entonces es cuando comienza, y hay un arte de la interpretación… Es verdad que, para elevar así la lectura a la altura de un arte, es preciso poseer, ante todo, una facultad que es la que precisamente está hoy olvidada -por eso pasará aún mucho tiempo antes de que mis escritos sean legibles- hablo de una facultad que exigiría casi la naturaleza de una vaca, y ‘no’ en todos los casos, la de un ‘hombre moderno’: me refiero a la facultad de ‘rumiar’.”

La tarea de ustedes será rumiar los multiples singnificados que tienen los aforismos de Alina Diaconú. Alina es una amiga, tengo la sensación de que Ciorán extendió una vena en ella para lograr así su continuidad. Yo agradezco que hayas abordado este género con maestría, pues requiere cierto ensimisamiento y un profunfo estado meditativo, que vos lo tenés. ¡Gracias!

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