Conversamos con la escritora española Alba Ramírez Guijarro

Las editoriales Palabrava, de la Argentina y Ápeiron de España han comenzado a trabajar en forma conjunta en un proyecto común para ampliar horizontes lectores. Se encuentran muy entusiasmados con esta oportunidad que abrirá nuevas puertas a los escritores y escritoras de ambos lados del planeta.

Para este primer lanzamiento, se eligieron la novela Te quedan lindas las trenzas de Patricia Severín y La ruleta suiza de Alba Ramírez Guijarro.

Alba Ramírez Guijarro nació en Madrid, España. Estudió Filosofía en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid y la Maestría en Filosofía Analítica (Lógica y Filosofía del Lenguaje) en la Universidad de Salzburgo. Además de escritora, es editora de Ápeiron Ediciones y dirige la revista Ápeiron Estudios de Filosofía. Así fue que nos acercamos para conversar con ella sobre su nueva novela La ruleta suiza.

—Alba, ¡felicitaciones por tu nueva novela pero también, por ser el lanzamiento de este hermoso proyecto! Contanos, ¿cómo surgió La ruleta suiza?

Gracias, decidí escribir La ruleta suiza cuando terminé de leer la novela Carta a mi juez, de Georges Simenon. Yo había estudiado filosofía, durante años había pasado gran parte de mi tiempo entre obras que iban desde los fragmentos de los presocráticos y los diálogos de Platón hasta los aforismos de Nietzsche y los libros de Heidegger, leí con pasión tanto las tragedias griegas como los textos medievales y más adelante las obras existencialistas, los tratados sobre idealismo, los volúmenes de fenomenología, hermenéutica, neopositivismo, deconstrucción… la filosofía siempre ha sido para mí una de las fuentes más estimulantes que he conocido. Cada vez que leía una obra, mi cabeza se llenaba de preguntas o respuestas, pero también de comentarios, críticas y reflexiones. La literatura, a diferencia de la filosofía, me gustaba de un modo muy distinto. Sentía que a las grandes obras (como las de Proust, Cervantes o Dostoyevski, por poner ejemplos muy variados) les sobraban páginas que a mi juicio ni siquiera estaban bien escritas. Con frecuencia tendía a leer teatro (entre mis dramaturgos preferidos están Strindberg, Pirandello, Arthur Miller y Samuel Beckett) y obras breves de narrativa (de autores como Hermann Hesse, Kafka, Voltaire, Turguénev o Sándor Márai). Buscaba en la literatura una brevedad guiada por la profundidad de pensamiento y fue Georges Simenon, que en apariencia es un autor belga de novelas de intriga, quien me pareció mucho más poliédrico e inspirador que algunos de los grandes autores a los que rápidamente se aplaude de forma inopinada. Charles Alavoine, el protagonista de Carta a mi juez, explica su pasado tras haber sido condenado a muerte. Su relato me pareció el desnudo psicológico de alguien que tiene su propia filosofía y en vez de escribir un aforismo o un tratado de mil páginas expone de forma sutil (con sus vivencias y decisiones) cuál es su metafísica y su ética. Quería que La ruleta suiza fuese una respuesta a Carta a mi juez, un diálogo con Georges Simenon a través de un personaje muy distinto al suyo, pero que comparte la parte más bella y ambiciosa de su propósito al escribir a su juez: la necesidad de que el juez no juzgue las ideas y decisiones de forma descontextualizada, sino encarnadas en la experiencia.

Muy interesante tu contrapunto. ¿Qué más te gustaría destacar de esta novela?

Creo que todo libro debe ser leído con la perspectiva a la que invita su contenido. Una obra literaria no puede ser entendida si no se lee con las gafas necesarias, esta novela exige unos cristales limpios del consumismo del entretenimiento y de las concesiones contemporáneas a lo irreflexivo. No es un libro con costuras, ni con una trama guiada por sucesivos desenlaces de nudos que contenten al lector. La obra no pretende resolver nada, ni defender una posición u otra, ni llegar a un final anhelado o a una conclusión. Pienso que lo más valioso de este libro es que el personaje tiene alma y solamente quien lea la obra con el prisma adecuado podrá darse cuenta.

¿Cómo vivís la posibilidad de editar en la Argentina, cómo fue tu experiencia?

Me siento muy afortunada de que mi novela La ruleta suiza se haya publicado en la editorial Palabrava de Santa Fe. Nunca he estado en Argentina, pero mi hermano lleva años fantaseando con que recorramos juntos la Patagonia y espero que algún día podamos cumplir ese sueño. A la espera de que ese plan se haga realidad, el hecho de que un libro escrito por mí haya llegado a ese país antes que yo físicamente me resulta muy poético y me causa una inmensa alegría. Esta publicación ha sido para mí un viaje inesperado y muy gratificante por la buena compañía con la que he contado: las primeras comunicaciones con la editora Viviana Rosenzwit, que hicieron posible esta edición y el nuevo proyecto común; la cuidada revisión de mi manuscrito por parte de Susana Ibáñez; el trabajo del taller de fotografía de Martín Rubini para crear una portada con sensibilidad y elegancia; y el constante apoyo de Patricia Severín (escritora y directora de la editorial Palabrava), con quien he podido compartir literatura y también nuestras experiencias editoriales a ambos lados del Atlántico. Solamente puedo dar las gracias a todas estas personas y brindar para que volvamos a viajar tanto a lugares de ficción como a proyectos editoriales que atraviesen océanos. ¡Gracias infinitas! ¡Chin-chin!

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