
Conversamos con la escritora y poeta Silvia Braun
Silvia Braun nació en la ciudad de Santa Fe, Argentina, es una gran narradora aunque en este nuevo libro Una extraña en el silencio la vemos bajo la faceta poética.
Descubrimos a la poeta Silvia Braun a través de Un violín sobre mi cuello y Atravesar la ira. Nos encontramos en sus poemas con el amor, la nostalgia y en la extrañeza que provocan los sentimientos pero también su voz se alza potente para denunciar los atropellos del poder y las injusticias en nuestro país y en el mundo.
—Silvia ¡felicitaciones por el libro nuevo! Contanos con qué se van a encontrar los lectores cuando lean Una extraña en el silencio.
Gracias, mis dos libros de poesía: «Un violín sobre mi cuello» y «Atravesar la ira» se unen en el título Una extraña en el silencio publicado por la editorial santafesina Palabrava, dentro de la Colección Rosa de los vientos. La verdad que es una edición preciosa que espero que llegue a muchos lectores. De “Un violín sobre mi cuello” te puedo contar que cada verso evoca las incógnitas de la infancia, el desacierto de algunos amores, el encuentro y los adioses, indaga sobre la imagen interior que reflejan los espejos, desnuda el alma. Y «Atravesar la ira» se levanta contra el poder, la impotencia, los decretos; muestra la desintegración que desencadena el miserable poder de los que pueden. Emplea metáforas envueltas en el vuelo de palomas, pero ataca y muerde, luego se aleja y mira el desconcierto de la historia.
—¡Qué fuerte tu propuesta!
Así es, en el ocaso de la vida sueño con un mundo que se imponga con justicia y con el incondicional amor por el semejante.
—Y hablando de amor, tu pasión por las letras ¿cuándo comenzó?
Comencé a leer desde el momento en que fui gestada, a temprana edad cambiaba chupetes por libros, y me negaba a la alimentación si a mi lado no había palabras que aún no podía descifrar pero que llamaban mi atención. Cuando aprendí a leer a los cuatro años, la lámpara de aceite iluminó mis primeros libros como Corazón, De los Apeninos a los Andes, Heidi, Mujercitas y luego siguió una lista imparable. Heidi la leí muchísimas veces, me daba ternura la cabaña que le había hecho su abuelo y que tenía una ventana que daba al cielo. No había nada más importante para mí que el placer, el disfrute que sentía al pasear mi mirada de izquierda a derecha sobre la página que alguien había escrito.
—¡Qué hermoso! Y ese fue sólo el puntapié inicial hasta llegar a nuestros días.
Claro, con el transcurso de los años esa pasión lejos de ceder, aumentó y empecé a modelar una primera frase con la intención de unirla a otras y ver qué amanecía entre una y otra. Por años mi alimento cotidiano fue la lectura, algo iba a explotar, seguro. Y surgieron versos que hablaban del amor, también borroneaba cuentos hasta que llegué a escribir mi primera novela. Sin embargo, mi madre que también era correctora no permitió que yo estudiara Letras y me decía «la luna no te dará de comer». Y creo que se equivocó. La luna se levantó y se acostó conmigo y volaron por el aire mis poemas que ahora espero que todos disfruten tanto como mis cuentos y novelas.