Conversamos con la poeta Carina Sedevich sobre la edición de su nuevo poemario

Pleno verano en la Argentina, a los rayos intensos del sol parece mejor apaciguarlos con buena poesía parece decirnos la editorial santafesina Palabrava cuando lanza el primer título del año: Junto al agua que el sol constela, blando de Carina Sedevich.

Carina Sedevich nació en la Ciudad de Santa Fe aunque actualmente vive en Villa María, Córdoba, Argentina. Su obra poética ha sido publicada en diversos países de Europa, Asia, Norteamérica y Latinoamérica y traducida al inglés, al chino, al portugués, al italiano, al polaco y al catalán. Entre otras distinciones, recibió el Premio de Poesía José Pedroni por “Un pez en un cauce que mengua”, su libro más reciente. Fue invitada a participar de diversos festivales internacionales de poesía de Argentina, Colombia, Venezuela, Uruguay. Se graduó en Ciencias de la Comunicación y se especializó en Semiótica. Dirige la Revista Ardea, publicación digital de arte, ciencia y cultura, desde la Secretaría de Comunicación Institucional de la Universidad Nacional de Villa María, Córdoba.

En palabras de la destacada escritora María Teresa Andruetto: El lirismo de Carina Sedevich –tan nuestro, tan actual– no se parece sin embargo al de ninguna de nosotras, parece más bien llegado de otro mundo, de otra época. Bucea en la soledad y el desamparo, en la búsqueda espiritual y en la armonía del instante. Captura, como quien navega, lo que ofrece el agua y lo que el agua ofrece es vida en abundancia, trasmutación del dolor en belleza.

Conversamos con la poeta Carina Sedevich sobre la edición de su nuevo poemario y lo compartimos con ustedes:

—Carina, ¡felicitaciones por el nuevo libro! Contamos cómo surgió la idea de armar una antología personal.

Gracias, la idea de armar una antología personal me ronda desde 2020, cuando se cumplieron veinticinco años de la primera publicación de un poema mío. Durante la pandemia, el escritor chileno David Bustos me propuso curar una antología que incluyó poemas de todos mis libros publicados hasta el momento y además una serie inédita que le dio título a la obra “Rosados cuerpos de pinos”. El libro apareció en Chile, por Editorial Aparte, en 2022. Me gustó la experiencia y, charlando por aquel entonces con Patricia Severín, directora de la editorial Palabrava, le comenté que me gustaría hacer para Argentina una selección personal de poemas de mis libros publicados desde 1998 y ella me apoyó para abordarla y editar este libro.

—Excelente iniciativa, ¿cómo fue el trabajo, entonces?

Bueno, generar esta antología fue una experiencia intensa. No se sale ilesa de la relectura de lo escrito durante tantos años. Es costoso repasar más de la mitad de la vida de una, todo ese trabajo incesante sostenido por una rara especie de fe en decir algo, todo ese camino de no salir de la palabra pero intentar, de perseguir eso que la poesía debe hacer: decir lo otro de lo mismo, sacar algo al lenguaje —Moltabetti dixit—. Trabajando en esta antología me enfrenté a las sucesivas cristalizaciones de mis intentos. Y elegí pensar que esos cristales estaban vivos; pude verlos, como prismas móviles, tomar y expeler luces desde y hacia distintos ángulos. Tuve también por momentos la ilusión de percibir nuevos sentidos, sentidos más grandes, o de pasar los dedos por las vértebras de la continuidad de mi escritura.

—Y escucharte provoca en nosotros mucha ilusión de leerte.

¡Qué bueno! Hablo de ilusión porque creo que eso es el lenguaje y eso es también la vida. Suelo pensar, como Cioran, que un libro es un suicidio postergado. Desde esa perspectiva puedo decir que este libro Junto al agua que el sol constela, blando es, al menos, testimonio de muchas de las veces en que no morí.

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