Conversamos con el poeta Diego Suárez sobre su nuevo libro de poemas

La editorial santafesina Palabrava acaba de lanzar un nuevo poemario: Compost del poeta, ensayista y docente investigador Diego Suárez.

En palabras de la escritora Patricia Severín, “Diego E. Suárez apela al reciclaje, a la separación de lo que no se pierde y se transforma en otra cosa, como eje para estructurar este libro de poesía. Como fondo de cada poema, leemos lo que queda y lo que sobra, lo que se prioriza y lo que abona una nueva forma y un nuevo contenido. El poeta selecciona, descarta, borra… y rehace. Y es así como este poemario nos introduce en una nueva manera de concebir la propia escritura, hecha de hilachas, de coloquialismos, de palabras ajenas, de tachar y volver a escribir”.

Conversamos con él para que nos cuente su experiencia con el nuevo libro y nos brinde algunas coordenadas que nos acerque a su lectura.

PH: Vero Elizalde Carrillo. Pueblo Ramona, Santa Fe, Argentina

—Diego ¡felicitaciones por el nuevo libro! Contanos ¿de qué se trata Compost?

Gracias, justamente hace unos días, con el amigo poeta Luis Pablo Casals, conversábamos acerca de la experiencia de responder a la clásica e incómoda pregunta “¿de qué se trata tu libro?”, cuando la publicación en cuestión es de poemas. Pareciera más accesible referirse a una novela o a las historias de un volumen de cuentos. Pero, ¿un poemario? Trataré de describir (y no de explicar) con qué van a encontrarse las lectoras y los lectores de Compost.

—Bueno, entonces empecemos por ahí…

La escritura es un trabajo que demanda tiempo, esfuerzo, apoyo y tomas de decisión. En este caso, a diferencia de libros anteriores, como Sufrimiento de otro en su cuerpo (Serapis, 2013) o lo habitual (de l’aire, 2021), no tuve un hilo conductor. Por eso, Compost está más cerca de Piedritas (La Gota Microediciones, 2018), al ser una reunión de poemas dispersos escritos a lo largo de quince años y que fui dando a conocer en encuentros, festivales y redes sociales, más que nada a modo de puestas a aprueba con el fin de la revisión y la reescritura (el distanciamiento de lo escrito, junto con la mirada y la escucha ajenas, siempre aportan algo).

—Bien, ¿luego vino el momento de armar el libro?

Claro, en vistas al libro, la primera tarea fue, entonces, detectar las recurrencias, las afinidades, para que la convivencia entre esos textos disímiles sea lo más armoniosa posible en lo conceptual y sonoro. Así se fue formando un itinerario por distintas zonas. La primera, asociada a la infancia (con sus claroscuros), la siguiente a la escritura (espacio de reflexión, pero también –espero– para la sonrisa irónica), otra de episodios misceláneos (que comparten una misma visión del mundo y un mismo tono) y finalmente, figuraciones de la paternidad. (A manera de apéndice, encontrarán una vieja y estimada pista oculta).

—Finalmente, el proceso editorial con Palabrava.

Sí, más tarde, llegaría el trabajo artesanal de corrección, en el que tuve la fortuna de que me acompañaran Susana Ibáñez y Patricia Severín, quienes con sumo cuidado y apertura contribuyeron a que los poemas expresaran mejor lo que tenían para decir. Por añadidura, el comentario de la contratapa es obra de Patricia. La imagen de tapa, una fotografía de mi esposa, Verónica Elizalde Carrillo (son puerros que empezaron a florecer; la tomó en su casa materna, en un pueblo santafesino llamado Ramona). El libro está dedicado con amor a ella y a nuestros hijos, Francisco y Lisandro. El epígrafe inicial es de Wallace Stevens y dice: “La poesía es un medio de redención”; de liberación, remedio, refugio, traduzco para mí. El poema “Compost” abre el libro y es el diapasón que da el “La” a ese coro medio espectral y melancólico, pero esperanzado al fin. Hay versos inspirados en palabras de María Teresa Andruetto, Antonio di Benedetto, Allen Saunders, Liliana Lukin, Theodor Adorno, Marco Denevi, Gabo Ferro, Crosby, Stills, Nash & Young, Juan Gelman. Dedicatorias a la tribu Fariña (mi familia materna), a Doris (peluquera de mi adolescencia), a Agustina Ferrand, a Roberto Daniel Malatesta, a Patricia Severín, a Elba Ganopol y Fernando Kofman, a Alejandra “Pipi” Bosch, a Carlos Elizalde y Esther Carrillo, a Daniel Rafalovich.

—Y ahora Compost comienza su camino en busca de lectores.

Exacto, toda una constelación que me constituye y ya no me pertenece, destella a la espera de lecturas.

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