Los silencios: una puerta a la Segunda Realidad Lecturas de verano

Compartimos el cuento Los Silencios, del libro Segunda realidad:

            Un Silencio toma su diario café de las siete y treinta mientras lee el periódico y se deja despabilar apenas por la luz del sol que entra por la alta ventana de la cocina.

            El otro Silencio aún duerme. Nada es más placentero para aquel que despertarse antes que este y disfrutar de su simple desayuno en soledad, casi ausente de sí mismo, olvidándose por consiguiente de ese igual suyo que con solo abrir los ojos le vacía el alma de serenidad y lo provoca con la obstinada agudeza de mil reproches mudos.

            Pero también admite que el otro Silencio tiene una virtud. Admite que siempre está ahí. Siempre es el otro quien lo pone al tanto de su propia existencia y quien, como si fuera un insolente espejo, le devuelve el mismo y porfiado gesto de labios apretados, el mismo semblante mustio que exhibe indignación y la misma necesidad de deshacer esa continuidad que los adentra en el insalvable llano de la apatía. El espejo refleja el cansancio, la opacidad de las palabras que laten en los ojos, esos breves discursos en cautiverio que les hubiesen devuelto la antigua dicha de entenderse.

            Y ahora, cuando ya han bebido el café con algo de deleite, cuando en la habitación suena el reloj despertador y tiembla el cordel de tiempo que pende sobre ellos, callar se torna vergonzoso, sobrevienen el desamparo, el miedo, sentimientos que operan engranajes herrumbrados, que reniegan del punzante dolor en la garganta que produce la tristeza.

            Todo Silencio debería saber que eso es absurdo, debería saber que esa cotidiana ceremonia de evadirse es elegir la agonía sin la certeza de una futura muerte.

            Sin embargo, la realidad no depone la voluntad de los silentes. El otro Silencio se acerca lentamente por el corredor. Está envuelto en una bata de seda y parece sentir frío.

            Un beso silencioso los conecta por un instante. Luego todo revive su monotonía y se observan sin atinar a tocarse, asimilando piel adentro la verdad que sus rostros les revelan: callados son tan vanos como ajenos. Y entonces pierden la esperanza. El rigor de esa evidencia acrecienta la perenne pausa que malamente los conforma; la distancia permite prolongar la obra de ficción que los soporta.

            Paulatinamente, los dos reanudan el ritmo de sus pensamientos. Se visten sin hacer el menor caso a sus desnudeces. Se mienten con las miradas. Otra vez se rechazan. Se saludan con ademanes al transponer la puerta de su casa. Sonríen porque no desean llorar.

            Y así comienzan a caminar, un día más, en direcciones opuestas, huyendo invariablemente el uno del otro.

            Alguien los ve desde la esquina y los llama por sus nombres. Pero los Silencios ahora tampoco oyen, y se alejan un poco más.

Si te gustó el relato que compartimos hoy en nuestra sección Lecturas de verano, te invitamos a seguir leyendo el libro Segunda realidad de Laura Prati, editado en la Colección La punta del iceberg de la editorial Palabrava.

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