Te digo la verdad, una montaña rusa de emociones: Lecturas de verano

Compartimos el capítulo Camuflaje de la novela Te digo la verdad:

Jacinta Márquez, la hermana más pequeña de mi padre, tenía más de ochenta años cuando algunos otros secretos familiares vieron la luz. Fue ella quien, en la mismísima casa Márquez y hace no tanto, decidió contarme algo que llevaba guardado muy dentro de sí.

Recordemos que todos los Márquez querían mucho al tío Flavio. Recordemos también que era el “benefactor” familiar, que le había conseguido trabajo a su sobrino y que Fausto, junto con su familia, le estaban muy agradecidos. De todas maneras y según Jacinta, este señor de bueno no tenía nada, ya que supo ser un personaje siniestro. Veamos qué pasó.

Papá se dio cuenta de la perversión de su tío de la peor manera imaginable. Flavio hacía rato que miraba a mi padre con “beneplácito” y comenzó a rondar aún más seguido la casa Márquez.

Una tarde, mientras la familia tomaba el fresco en la vereda, dio rienda suelta a su perversa sexualidad y ahí, en ese cuartito de atrás en donde solía matear con Fausto durante horas, se aprovechó de él. No hizo falta violencia: Fausto, si bien invadido por el asco, se dejó. Su vista se nubló y la oscuridad lo dejó tumbado en el piso. No supo cuánto tiempo había pasado cuando se levantó. Caminó como pudo hasta su cuarto y no salió de allí hasta el día siguiente para ir a trabajar.

Escalofríos.

Papá, contaba Jacinta, sufrió en silencio ese abuso sigiloso y premeditado. ¿Quién iba a creerle a él que ese hombre bien vestido, educado y “de buena familia” era un pervertido?

Nadie se enteró de que Jacinta, en aquel momento una niña pequeña, había visto todo desde la ventana y que lloró en su cuarto varios días. También lloró a mi lado al revivirlo.

Me pregunté qué habría pasado por la cabeza de Flavio, aquel hombre mayor sin escrúpulos, que dañó con saña a una persona de su propia familia. En un absurdo intento por arreglar las cosas, Flavio quiso formalizar con Juana Márquez, pero no tuvo suerte, así que decidió alejarse.

Jacinta observó como papá sintió en su interior el horror de lo vivido, sumado al fervor de su adolescencia. Deambulaba serio, cabizbajo. No encontraba paz. Llegué a saber que esas situaciones fueron tan fuertes, que una mañana caminó lento hasta la estación Florida para intentar huir de la vida. El tren pudo detenerse y Fausto salió ileso. Corrió avergonzado, como huyendo. Aunque cuando llegó a su casa no dijo nada, su madre que era avara pero no tonta y además, lo adoraba, vio algo brillar en sus ojos negros: la chispa de la ira. Fausto ya no tenía con quien conversar y veía el mundo sin optimismo. Otra vez se encontró perdido y solitario.

Jacinta se enteró del intento de suicidio por una vecina fisgona y hasta aquí llega su relato.

Se preguntarán si papá logró salir del abismo o si continuó rumiando su dolor. Pues obtuve esa respuesta también durante una de esas eternas charlas de viernes que compartimos en el departamento de Florida, el mismo que fue mi hogar durante tantos años.

—Lo que me salvó de mis momentos complicados fue trabajar, Gabriela. No hay caso, hija: la lucha por salir adelante y la dignidad de levantarme temprano para llevar el pan a casa fue lo único que me hizo bien de verdad —me aseguró.

¡Cuánto se enorgullecía de su trabajo y de su lucha cotidiana! Era su descarga, su tabla de salvación. No sé hasta qué punto su alma llegó a sanar, ya que el Fausto que yo conocí sonreía y se veía afable sólo de a ratos.

Ese mismo Fausto hizo daño a gente bondadosa, pero no quiero adelantarme en la historia.

En cuanto a mí respecta, el relato de Jacinta y las recientes conclusiones de papá, me hicieron sentir una mezcla de lástima y horror que preferí guardar detrás de una persiana imaginaria para protegerme. Quizás logre algún día mirar la realidad a los ojos y superar estas heridas heredadas que el pasado me causó y que, creo yo, lastimó también a una buena parte de la familia Márquez.

¿Te quedaste con ganas de seguir leyendo…? Si te gustó el capítulo que compartimos hoy en nuestra sección Lecturas de verano, te invitamos a seguir leyendo el libro Te digo la verdad de G. Suárez, Autores de Argentina, Buenos Aires, Argentina, 2023.

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