Conversamos con el escritor Gustavo Feder

Conversar con Gustavo Feder siempre es un placer, uno de los referentes indiscutidos en cuanto a la historia de la industria automotriz argentina. Autor de varios libros sobre el automovilismo argentino y la industria automotriz, historiador e investigador, editor de la revista digital Autohistoria, columnista de medios gráficos, radiales y audiovisuales de temática automotriz, Diseñador industrial, artista plástico especializado en reproducción de automóviles con valor histórico a través de medios tradicionales y digitales entre tantas otras tareas que desarrolla.

En esta oportunidad, quisimos conocer sobre sus inicios, su historia de vida y cómo llegó a convertirse en escritor ya que es el autor de los libros “Falcon, un clásico hecho historia”, “Un siglo de autos argentinos, de los pioneros a la producción seriada”, “Un siglo de autos argentinos, de la promoción a la reconversión. Fábricas de capital nacional”, “Un siglo de autos argentinos, de la promoción a la reconversión. Fábricas de capital extranjero” y “Constructores y diseñadores del automovilismo argentino”. Además, colaboró con el capítulo SIAM Di Tella Automotores en el libro “Torcuato Di Tella y SIAM”.

Gustavo Feder en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2023

Gustavo, contanos ¿cómo nació tu pasión por los autos?

Desde muy chico me gustaron los autos. Me atraían desde las más diversas perspectivas: verlos, escucharlos, tocarlos y, por supuesto, viajar en ellos. Manejarlos era la mayor ambición, pero para eso faltaban muchos años. Me gustaba sentarme y sentir los olores, la textura de los tapizados, el calor o frialdad del metal del panel de instrumentos. ¡Y tocaba todo! Abría y cerraba la guantera, subía y bajaba las ventanillas, jugueteaba con la botonera de la radio, activaba y desactivaba la luz de giro y siempre me tentaba con tocar la bocina. Cuando tenía la enorme fortuna de viajar al lado del conductor (mi padre, mi tío, mi abuelo o el padre de un amigo), observaba con fascinación cómo manipulaba la selectora de cambios al ritmo de las vueltas del motor y la maniobra de pisar o soltar los pedales. El mismo ritual repetía cuando viajaba en colectivo, trataba de sentarme adelante para disfrutar del mismo espectáculo. Por supuesto, mi principal pasatiempo era jugar con los “autitos de colección”, los Buby, los Matchbox, los Jet, los Galgo y alguna que otra marca que ahora no recuerdo. Construía mis ciudades, con tiza marcaba los carriles y las sendas peatonales y con las cajas de cartón de medicamentos que le daban de muestra médica a mi papá, recreaba casas y edificios. Como no toleraba que alguien incumpliera con mis normas, prefería jugar solo.

Y luego descubriste otro plano, que no solamente te gustaba jugar sino dibujarlos, pintarlos y por qué no diseñarlos.

Sí claro, también supe tempranamente que me gustaba dibujarlos y pintarlos. Al principio, a puro marcador Sylvapen le daba color a las fotos de las publicidades de los diarios, pero más tarde me animé y desafié la hoja en blanco para dibujarlos. Primero, dibujaba los autos que conocía, los que estaban en mi familia, los que se veían en la calle, pero después los inventaba. Dejaba que el lápiz fluyera libremente. No sabía que eso se llamaba diseño hasta que llegó mi adolescencia. Entonces comprendí que lo que me fascinaba era diseñarlos. Me gustaban las formas de las carrocerías, pero la mecánica era una caja negra, misteriosa, inabordable. Cuando finalizaba mi secundario, se creó la carrera de Diseño Industrial en la Universidad de Buenos Aires, casi, a medida de mi necesidad. Y aunque no había una carrera especifica de diseño automotriz, era lo que más se acercaba a lo que me gustaba. Me recibí muy joven y con mí título, dibujos e ideas intenté hacerme un lugar en la industria automotriz y carrocera.

Ese deseo decidido que comenzó de niño fue guiando tu carrera hasta ahora.

Bueno, durante años trabajé como dibujante técnico, diseñador industrial, gráfico y editorial, hasta que fusioné dos pasiones de larga data: la historia y los autos. Así nació Autohistoria. En los comienzos fue una simple web donde publicaba la información que había acumulado desde mi adolescencia sobre la historia de las fábricas de autos de Argentina y la de algunos constructores independientes. Jamás imaginé que con el tiempo se convertiría en una actividad de tiempo completo con ramificaciones en la investigación, el periodismo y la docencia.

Además, se te abrió un mundo nuevo como autor especializado en la industria automotriz.

Claro, es que tampoco estaba en los planes escribir libros sobre la temática y tener la enorme suerte de que me los publicaran. Por ejemplo, Constructores y diseñadores del automovilismo argentino es una derivación natural de este proceso. Como parte de mis investigaciones, había entrevistado en varias oportunidades a Tulio Crespi, Alain Baudena, Pedro Campo y Heriberto Pronello. La información la volqué parcialmente tanto en la web Autohistoria como en algunas notas de la revista digital Autohistoria. Curiosamente, siendo grandes referentes del automovilismo deportivo, no los consulté sobre sus trayectorias en el ámbito de la competición sino que mi intención fue la de conocer el aporte de ellos a la industria automotriz nacional, tanto para las grandes compañías como para algunos fabricantes independientes. La propuesta de escribir un libro sobre los constructores del automovilismo argentino surgió de la iniciativa de Claudio Castro, uno de los editores del sello Motorlibros. Para mí resultó un reto total porque nunca me había involucrado en la temática de la competición. De algún modo, me obligaba a salir de la “zona de confort”. Y si bien el tema era desafiante, contaba a mi favor con las entrevistas ya realizadas y con la excelente predisposición de los entrevistados para atender a cualquiera de mis consultas.

¡Muy buena idea! Contanos más de ese proyecto, cómo se gestó el libro.

Uno de los temas más sensibles del proyecto era definir a los protagonistas. Estaba claro que por sus acreditados méritos Baudena, Campo, Crespi y Pronello eran titulares indiscutidos, pero la lista debía extenderse para alcanzar una visión más amplia. Surgió naturalmente la figura de Oreste Berta. Siempre puede resultar polémica la elección de algunos en desmedro de otros, las ausencias pueden cuestionarse pero los elegidos son incuestionables. Berta resultó un desafió dentro del desafío. No solo porque ya había publicaciones sobre su trayectoria -inclusive una autobiografía-, sino porque era el único al que no había entrevistado todavía y de quien no había escrito jamás ni siquiera una línea. Tenía que empezar desde el fondo de la línea de largada. Gracias a las gestiones de Gabriela Tenner y Claudio Castro, lo visitamos en la mismísima “Fortaleza”, donde nos ofreció su archivo fotográfico para que pudiéramos documentarnos, al mismo tiempo que nos deleitaba con infinidad de historias y anécdotas.

-Me imagino qué emoción habrán sentido…

Sí, escribir este libro no solo me permitió adentrarme en un universo del que conocía poco –el automovilismo deportivo- sino en la vida profesional y hasta personal de cinco próceres del mundo motor nacional. Con algunos de ellos tuve, y aun mantengo, el enorme privilegio de compartir reuniones sociales y eventos vinculados a los autos históricos.

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