Conversamos con el escritor Luis Benítez sobre su nuevo libro de cuentos

En momentos en que el mundo sobrelleva como puede catástrofes humanitarias, guerras que estallaron en diferentes puntos del planeta y la inquietud y el desasosiego son moneda común para toda la humanidad, la editorial santafesina Palabrava lanza un libro de cuentos del destacado narrador, poeta y ensayista Luis Benítez.

Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos apela a un humor ácido, sarcástico y cargado de la más feroz ironía para referirse disparatadamente a la posibilidad de que todo estalle catastróficamente y de la peor manera. Pero al mismo tiempo, nos interpela como personas y lleva a reflexionar sobre la vida, una vez terminadas las carcajadas.

Conversamos con su autor Luis Benítez al respecto:

—Luis, ¿cómo surgió tu colección de cuentos Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos, cómo fue el proceso que te llevó a escribir el libro?

Se trata de ocho historias que escribí en un mes, a comienzos de 2022, todavía sobrellevando la “prisión domiciliaria” a la que nos obligó la pandemia, entonces aún vigente. En mi caso particular, además, agravado mi encierro por una muy penosa situación familiar, que culminó del peor modo posible. En medio de ese infierno que era mi vida, me alumbró una frase de la gran escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, que incluyó en su discurso al recibir el Premio Cervantes: “El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura”. El humor que sirve para contrarrestar la muerte, la injusticia, el horror; para burlarse de los victimarios siempre a favor de las víctimas. Y me puse a escribir en clave de un subgénero que hasta entonces nunca antes había abordado, pero que al menos me permitió, durante varias horas diarias, escapar de la situación que estaba padeciendo. A mí la literatura me salvó muchas veces, psíquica, intelectual y hasta materialmente hablando. Esta que menciono fue otra de esas ocasiones. Pero no escribí Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos como descarga emotiva, de modo meramente visceral: escribir solamente “con las achuras” nunca produce literatura. Busqué que cada una de esas ocho historias tuviese un nexo común con las demás: la rebelión contra el absurdo, el disparate en que vivimos inmersos creyendo que es lo normal. Por supuesto que caricaturizado todo al extremo, para tornarlo mucho más evidente.

—¿Nos podés anticipar algo sobre la carga “explosiva” que contiene tu libro?

Mis historias transitan por lo que les sucede a los individuos o a las masas en general cuando están atrapados en la trama perversa de lo contemporáneo, donde poderes desconocidos o no tanto dictaminan cómo deben pensar o actuar, aunque el mandato implique su alienación más extrema o hasta su misma aniquilación. Ejemplo de esto es el cuento Para vivir a pleno los últimos minutos de la Tierra, que abre el libro y donde la mentira organizada de las fake news tiene un papel destacado. También el titulado Zombis, corridas y sonrisas a granel, que lo cierra con una hilarante y a la vez muy amarga narración referida a la posibilidad de que una sucesión de pandemias sea el futuro de toda la humanidad. Asimismo mis narraciones se ocupan del autoengaño, cuando el sujeto actual cree beneficiarse con sus actitudes y lo derivado de sus más erróneas creencias, como en Para aplastar al feminismo, cuando tres chicas deciden militar por la desigualdad de los sexos y el sometimiento de la mujer hasta llegar a pasar a la clandestinidad y la lucha armada. Hay otras apelaciones, pero siempre el sabor es el mismo: agridulce al extremo, para que la carcajada lleve a reflexionar, a vernos más claramente a nosotros mismos y a la realidad que nos somete, nos empuja y en definitiva, nos utiliza para fines que no son los nuestros. Por eso mismo es que me parece tan acertada la imagen de la tapa del libro, obra de la artista fotográfica Beatriz Leguiza: alguien que se mira solapadamente en un espejo viejo de peluquero, aunque no sonríe, precisamente.

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