Conversamos con la poeta Silvia Rodríguez sobre su nuevo libro

La editorial Palabrava sigue apostando al crecimiento internacional dando lugar a voces de otros países. En esta oportunidad suma con alegría a la poeta española Silvia Rodríguez, nacida en Las Palmas de Gran Canaria, con su poemario Marabulla.

Silvia Rodríguez es traductora e intérprete por la Universidad de Granada y ha publicado numerosos libros de poesía, entre ellos Marabulla recibió el Premio Internacional de Poesía María del Villar 2018.

Nos comunicamos, vía mail, con ella para que nos cuente sobre su nuevo libro y así conocer un poquito más de sus vivencias, sus historias que la motivan a escribir.

Silvia, ¡felicitaciones por Marabulla! Contanos ¿cómo surgió este libro de poesía?

Marabulla surge de la constante búsqueda, del poema que te lleva a escribir el siguiente y así, casi sin saberlo, te topas con la razón del libro. Me llamo Silvia porque mi padre era un admirador de Sylvie Vartan, el porqué de las cosas siempre despierta mi curiosidad. Me importan los orígenes, las razones, los detalles, los sueños de las personas.

Fotografía: Valérie Massadian

Siento entonces, que es un poemario muy tuyo, que te representa…

Sí, Marabulla es un libro que rescata momentos del pasado, especialmente de la infancia, con los traumas, los miedos o las impresiones de un imaginario personal que recorre pequeños lugares como un laurel de Indias, un columpio, un camión viejo o un estanque de aguas verdes. Son poemas que expresan la rebeldía ante la premonición de la pérdida cruel de lo que más amamos, de a quien más amamos. Aparecen poemas como “Pajarito”, “Mariposa”, “Dromedario”, “Perro Dandy” y otros que llevan títulos de muebles que apelan a otra época como el reclinatorio o la mecedora. Con ello se pretende afrontar la melancolía y la nostalgia, el dolor insufrible del efímero tiempo vital.

¿Y la expresión Marabulla? Sinceramente no es usada esa palabra en Buenos Aires al menos… con lo cual desde el título mismo se abre un enigma que dan más ganas de leerlo.

El título, Marabulla, remite a un juego de la niñez al que llamábamos “marabulla sin bulla”. Alguien entraba a un cuarto oscuro donde los otros niños nos escondíamos. El que entraba debía encontrar a alguno y en la oscuridad reconocerle y decir su nombre. Si acertaba, se quedaba en el cuarto y la otra persona salía para continuar con el juego. Como digo en el poema que le da título al libro, no sé si cuando mueres también te elige un espectro. Se trata de revisitar el tiempo de la inocencia y la felicidad, que visto desde la perspectiva del presente recobra un nuevo significado, dejando al descubierto un poso agridulce, el del sabor amargo del tiempo ido, el de los nuevos presagios. La sombra de la pérdida de la candidez, de la ilusión o de la fantasía se asoma a estos versos. De todas las fotos que hizo mi madre cuando éramos chicos, se desprende el tiempo en el que éramos irrepetibles y la maravilla o marabulla de otra época.

Hay mucho de vos reflejado entre líneas, pero de alguna manera cada lector se sentirá identificado también al leerlo.

Sí porque con estos poemas trato de hacer una pequeña aproximación a la experiencia personal de un tiempo incomparable, que se puede rescatar desde el futuro y regresar al pasado para, de algún modo, comprender el presente: lo que somos tras un recorrido, tras una mínima e insignificante historia. Por todo ello mientras mi madre hacía una foto y un pájaro relamía unas migas, mi madre nos regalaba el futuro. En la poesía puedes ver a personas que ya no están, recrear los paisajes archivados en una memoria a ratos distópica, rodearte de mariposas, rosaledas, soplar brujitas al cielo con papá o coronar tus pensamientos con el dolor de unas flores caninas. Puedes volver a celebrar un cumpleaños que ya pasó, observar a las hormigas, jugar a verdad o consecuencia o coger una espina de la rosa para hacer un pacto de sangre. Me equivocaba cuando pensaba que seríamos indestructibles, como aquellos muñecos plásticos de la película Chitty Chitty Bang Bang que se sentaban en el coche volador de mi hermano Daniel o cuando creía que mi muñeco extraterrestre, un pequeño E.T., me acompañaría siempre y me salvaría de todo.

¿Cómo se dio la edición en Palabrava? Que además cabe acotar que es muy bello como objeto libro, en esos tonos blancos y negros para atesorar.

En la poesía también se suceden las casualidades, la magia con un libro. Conocí a Patricia Severín a raíz del XXIV Premio de Poesía en España María del Villar y fue el año pasado, en pleno confinamiento, cuando surgió la idea de que Marabulla se editara en Palabrava, dentro de su colección Rosa de los vientos. Tener un libro publicado en Argentina es un sueño cumplido para mí, me siento muy agradecida y feliz.

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