Conversamos con la escritora Claudia Chamudis

Con un título sugerente, Y que el río se lleve todo, la escritora Claudia Chamudis inaugura un año editorial que ya se muestra prometedor. La novela integra la Colección La punta del iceberg de la editorial santafesina Palabrava y su propuesta se completa con dos fuertes escritos de contratapa a cargo de las reconocidas escritoras Dolores Reyes y Gabriela Cabezón Cámara.

“Y que el río se lleve todo es una invitación al origen y al reconocimiento de los pueblos que se fueron y de los que tuvieron que quedarse esperando el regreso, de sus dioses antiguos y de los nuevos, de los exterminios y las supervivencias que hacen posible que estas voces todavía lleguen hasta nosotros”, nos anticipa Dolores Reyes.

Claudia Chamudis nació en la ciudad de Santa Fe, Argentina y actualmente vive en Empalme San Carlos y conversamos con ella sobre su nuevo libro Y que el río se lleve todo.

—Claudia ¡felicitaciones por tu nuevo libro! Contanos, ¿cómo surgió la idea de la novela?

Gracias, sí, la idea de esta novela nació una mañana de otoño de dos mil dieciséis en la que nos juntamos con mi hermana Laura a tomar mates y ojear el libro de Florián Paucke, un cura jesuita que estuvo en la reducción de San Javier a mediados del Siglo XVIII, en la que convivió durante diecisiete años con población mocoví. Mi hermana es artista plástica, y el libro de las memorias de Paucke tiene unas ilustraciones que son muy hermosas. Entonces pensamos que podríamos hacer un proyecto colectivo, anclado en ese universo, de textos e imágenes. De esa idea inicial quedó el diseño de tapa, que hizo ella y que para mí es muy significativo. Yo seguí embalada con la idea. Me zambullí en las más de seiscientas páginas recopiladas de los diarios de Florián durante varios meses, busqué artículos de botánica, de antropología, de astronomía de la cosmovisión mocoví. Y empecé a escribir una historia tratando de completar los espacios vacíos: había muy poco escrito desde la perspectiva de las comunidades que habían tenido que dejar su vida nómade, de cazadores y recolectores, para asentarse en una población, cambiar hábitos, horarios, tareas, formas de curarse y de celebrar, creencias y hasta sus nombres. En las memorias de Paucke hay algunos diálogos transcriptos por él con algunos caciques, pero casi nada de las voces de las mujeres. Así que empecé por ahí, en tratar de inventar una historia desde ese punto de vista. Y a medida que iba escribiendo, la voz colectiva, el “nosotros” que se intercala en casi todos los capítulos, se me hizo necesaria.

—Te encontraste con una historia muy interesante, por cierto. Darle voz a la mujer de esa época se presenta como un desafío de escritura también. ¿Cómo fue ese proceso?

Claro, para mí la escritura no es un proceso solitario. Porque hace algunos años participo en talleres y clínicas de escritura, así que si bien escribo en soledad un capítulo de una novela o un cuento, en pocos días lo comparto en esa instancia colectiva con quien esté coordinando el taller y mis compañeros y recibo las sugerencias, las preguntas, las críticas, que hacen que vuelva al texto con más herramientas para editarlo. Editar es muchas veces borrar, eliminar algunos pasajes e incluso capítulos. Me llevó mucho tiempo encontrar la voz, el tono, porque hay una distancia de más de tres siglos, otra lengua, otra cosmovisión, y eso implica un trabajo muy detallista hasta en las comparaciones y metáforas. También tengo amigos y familiares que son lectores de confianza que me van dando su opinión. Todos ellos figuran en los agradecimientos, porque sin su ayuda y su aliento hubiera sido mucho más arduo el camino. Y una vez que la novela llegó a la editorial, seguí trabajando varios meses en un ida y vuelta con Susana Ibáñez, lo que me dio mucha tranquilidad porque su mirada es muy atenta y detallista.

— ¿Qué expectativas te despierta el lanzamiento del libro?

Ahora que el libro sale al ruedo siento un poco de miedo, porque siempre se puede seguir trabajando, corrigiendo, editando, pero hay un momento en el que tenés que soltar. Porque además la instancia de tener la oportunidad de que una editorial te elija, apueste, haga circular el libro, es muy valioso. Y en ese sentido agradezco la labor de Palabrava. Ahora me gustaría ampliar el círculo de lectores, me imagino el libro abierto en un colectivo, en un aula, en el sillón de una casa. Sé que es imposible que les guste a todos. Pero si algunos lectores por un momento pueden sentir que juegan a ponerse en el lugar de otros, de imaginarse una historia desde una perspectiva particular, desde una cosmovisión de la que se habla muy poco, me doy por hecha. Ya la novela seguirá su camino…

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