Conversamos con la psicoanalista Vanina Noejovich Baynon sobre las cuestiones del tiempo

El tiempo en la constitución del sujeto es el resultado de varios años de investigación que sentaron las bases del trabajo de tesis escrito por la psicoanalista Vanina Noejovich Baynon.

Ahora reescrito para su edición en formato ebook, pero con la misma premisa inicial: desplegar las cuestiones fundamentales del tiempo desde la mirada del psicoanálisis.

Por este motivo nos pareció una buena oportunidad intercambiar con ella un diálogo a la distancia, ya que reside en Canadá. A continuación les compartimos sus mejores pasajes, que les despertará el interés y la reflexión tan necesarios por estos días de pandemia.

Vanina, contanos ¿cómo fue que surgió en vos el interés por investigar sobre el concepto del tiempo?

En realidad es difícil para mí fechar el inicio de mi pregunta por el tiempo. Me resulta fácil vincularla a mi experiencia migratoria, de tal forma que, de un país a otro, se fueron acentuando las diferencias, no solo en las costumbres y los estilos de vida, sino también en mi forma de pensar el mundo y de aproximarme a la lectura y práctica del psicoanálisis. Supongo que el tema del tiempo se me hizo nudo. Así, entre la idea del inconsciente atemporal de Freud y de la pulsación temporal de Lacan, se fueron armando las preguntas que dieron lugar a la tesis doctoral de la cual surge este libro. Mi propósito era encontrar las vigas y columnas de una estructura hecha de nudos, trazos y cortes.

Pero en algún momento, comenzaste a desplegar esa pregunta sobre el tiempo…

Claro, dentro de las cuestiones mas importantes que rescata el psicoanálisis está la importancia de sostener una pregunta, pues ésta da lugar a un recorrido, a un viaje que va al encuentro de una diferencia. Y qué mejor forma de representar lo que una pregunta moviliza, ¿qué el tiempo? El tiempo se desliza, pero no se ve, lo que transcurre cambia, aunque no se lo vea. Las terapias no psicoanalíticas en su mayoría se apoyan en una palabra que no discurre, llega en forma de orientaciones o tareas y ejercicios que vienen de otro que sabe: cómo ser feliz, cómo vivir mejor, cómo enamorarse, cómo conseguir trabajo y así… La palabra con la que trabaja el psicoanálisis no es la del sentido, la que se ajusta a las expectativas de la sociedad, sino un trazo, el significante. Esta diferencia entre las psicoterapias y el psicoanálisis siempre me pareció importante. Una vez una paciente me increpó: ¿Cuál es la diferencia entre que le hable a usted, a mi madre o a la operadora de la línea de crisis? Mi respuesta fue simple: La diferencia no se encuentra tanto en lo que usted dice, sino en qué escucha cada uno de los interlocutores que menciona. Aun así, esta diferencia no fue suficiente para ella y no volvió. Esto me dejó pensando, que la palabra en un análisis se transforma a medida que discurre, y así se va soltando de a poco de la sumisión a un sentido único que la congela y la condena a repetirse donde todo parece lo mismo. Sin embargo, al transformarse e ir perdiendo su sentido, se hace también mas difícil trasmitir la diferencia entre las psicoterapias y el psicoanálisis. Me atrevería a decir que, en esta dificultad mía de trasmitir esta diferencia, nació mi pregunta por el tiempo que dio lugar a este libro.

Sé que tu proceso de escritura e investigación se fue desplegando en varios países a medida que te fuiste mudando también, hasta hoy que vivís en Canadá. Contanos algo de todo ese camino tan peculiar.

Sí, El tiempo en la constitución del sujeto es un libro que se gesta entre migraciones. Desde México donde surgieron las primeras ideas, hasta Madrid, donde continuaría el desarrollo de mi pensamiento que culminaría en mi tesis de Doctorado. Posteriormente, ya instalada en Canadá, vendría el trabajo de transformarlo en un libro. El pasaje de tesis a libro tuvo para mí el valor simbólico de cerrar un recorrido. Empecé a estudiar a Freud cuando migré de Lima a Buenos aires a la edad de diecisiete años, poco tiempo después empezaría a leer a Lacan. En aquel entonces estaba fascinada con entender algo que yo percibía como un idioma diferente, el idioma del inconsciente, cifrado bajo una lógica distinta. Con los años, mi lectura inicial del inconsciente cifrado que había que traducir, pasó a la del inconsciente como gramática y el psicoanalista como aquel que lee en el decir del sujeto para encontrar las vigas y columnas con la que se amarra su estructura subjetiva.

Una migración, como cualquier crisis que perturbe la cotidianeidad, pone a prueba la estructura subjetiva. Los velos se caen, la mirada que devuelve una sociedad sostenida en códigos, y lugares comunes, conductas más o menos predecibles como son por ejemplo la manera de saludar o de dirigirse al otro, se ponen en entredicho. La memoria se vuelve el único lugar familiar, y la memoria es tiempo.

Serian muchos años después, cuando migré a México, que la pregunta sobre el tiempo volvería para hacerse texto en mi tesis de maestría. Mis interrogaciones se dirigían a pensar la lógica de ese tiempo que parece que no pasa, pero que al mismo tiempo resulta evidente que sí pasa. Nos hacemos más viejos, pero encallamos en los mismos lugares, a veces parece que vivimos circularmente. Cualquiera sea la métrica que utilicemos, la sensación es que algo regresa y ese algo que regresa genera sufrimiento, desazón. Es común pensar que un cambio drástico de dirección, como una mudanza, cambio de carrera o terminar una relación, conlleva en sí la esperanza de empezar de cero y repartir las cartas nuevamente: borrón y cuenta nueva. Solo para ver, muchas veces, como la cuenta se va construyendo a semejanza de la previa.

Con el Covid 19 pasa un poco lo mismo, abundan los discursos de un cambio positivo, de nuevas posibilidades. Así, las teorías y predicciones sobre el mundo post Covid 19 resultan mas una expresión de deseo. Estará por verse, si el encuentro es con la diferencia o con lo mismo.

Comentarios

comentarios